Rosa María Adame Aspinwall
Originaria de Acapulco, Gro.
Radicada en Q. roo los últimos 30 años.
*Hojas de otoño
¿Acaso el viento existe porque sus sílabas nos tocan?
o es para llevar a cuestas
las hojas agobiadas del otoño,
que prefieren volar
y no arrastrarse.
Lleva el compás de los tambores
a todos los oídos de la selva,
los alerta, los mueve, atemoriza.
¿Será su existencia para llevar mi recuerdo
hacia el instante en que te dejé,
y así continuar el vínculo indisoluble
sin importar la distancia?
por todo esto, viento
¿existes?
*Mi paz
Mar eres mi paz; en la mirada el vaivén suave, acompasado del agua me lleva hacia tus playas de blanca quietud, donde deseo posar la barca entre caracolas y estrellas amarillas, así abandonar angustias que siento como espinas que se alargan en mi sombra desfigurada por la luz tardía.
Penetro tus aguas a lomo de delfines y mantarrayas que me alejan de la blancura, y la oscuridad instalada en mi vida, que me lleven mariposas marinas a lo profundo de mi paz, convoco vuelva la calma al agua, a mi mente, a mi barca.
Inician las tormentas; torrentes incontrolables; una viene desde el cielo, agujas voraces que se instalan en mis ojos, la otra, llega desde el alma, incontenible caudaloso escape por los ojos, traen el recuerdo de mentiras y traiciones, ambición voraz disfrazada en atentos gestos estudiados.
Despierta ya al mundano engaño cotidiano, capullo de llantos protegido, rompe ya la cúpula de cristal, vive la crueldad del mundo que te habías ocultado.
*Mapache
Lo que sea que me pase
de este salón no saldrá,
pues anoche un mapache
preguntaba a cada rato
¿ a qué hora el sol se verá?
*Laguna
Lala le joli a Lisandra
la lanuga es zula
Zulanaq tiene vestido azul
de tul de Turquía torcido
turquesa turgente a regresar
a la lanuga.
Quiebra ramas la luna
igual se rompe tu última mirada.
Mis luciérnagas eran ciertas.
Tu vuelo cargado de frustración,
dolor, soledad y desprecio.
Regresas al nido maltrecho,
vacío por tanta culpa.
Con tus manos descarnadas
deseas vuelva el amor,
cubrir los huecos
que ha dejado la distancia,
el eco aún palpable de los gritos,
los surcos ya cerrados en tu piel,
laten aún en tu recuerdo.
Pides a la luna te conceda el olvido.
Tu belleza hasta hoy
es alabada
tu verde alegría
aún sale del alma.
Abanicos finos enmarcan los ojos,
cuadrículas grandes sobre las mejillas
mil líneas presentes como crucigrama
en toda tu cara.
Colgajos del cuello
¿ que no son hamacas ?
pues se mecen mucho
cuando tú me hablas.
* La locura
En el espanto de las tibias noches
tu cuerpo,
donde se fundía la línea del mío
creyó haber encontrado la paz.
La zozobra a tu abrazo
me decía otra cosa…
No lo vi
sólo sentí el vértigo
de duda y culpa.
Se convirtió en tenaza,
ahogo, temor…
Tus manos de halcón,
ojos perdidos
en locura sin nombre.
Regresa el espanto de ti.
Huyo presurosa hacia la luz.
Mientras regabas las rosas
y barrías el jardín
te ha caído un mal rayo
que entró por el oído enfermo
y salió por el pie sin dedos.
Ahí tendido quedaste
con todo el cuerpo
muy raro,
sentías temblores calientes
¿será el sol del verano?
Ya apaciguada la tarde
las hormigas decidieron
cargarte en procesión
pero les pesabas mucho;
llamaron al batallón.
Para aligerar la carga,
decidieron almorzar,
olía a machaca asada;
probaron con cierto tiento
y luego se avorazaron.
Las miles ya satisfechas,
y bien pulidos los huesos,
transportaron al difunto
a la puerta de su casa,
a que lo cuidaran los perros.
Sinestesia de los sentidos
Olfato:
Tu aliento huele a agua de coco.
Despiertas a mi lado; tus ojos huelen a luna nueva.
Esta hoja tiene olor a rocío.
Vista:
Esta flor tiene el color del verano.
Tu piel tiene el color de un árbol joven.
Tu cabello, color de cascada otoñal.
Oído:
La lluvia suena a tu risa de fiesta.
Tus pasos traen cargando la esperanza.
El viento hace música en los árboles.
Tacto:
La caricia de tus dedos estremecen mi alma.
Siento la envidia como tijeras en mi piel.
Siento tu cabello como arroyo de agua tibia.
Gusto:
Tu piel sabe a brisa marina.
El miedo sabe a leche agria.
El amor sabe a algodón de azúcar.
Se desborda la mirada en los colores.
a mi espalda, la selva y su negrura.
Al frente, abanico de verdes
inunda el entorno.
Cauteloso mi paso, tensa y alerta
a ruidos naturales para mí desconocidos.
Me siento en medio del todo.
Avanza un poco más…
mis sentidos susurran;
me llega el olor de manglar y espuma nueva,
de pálidos lirios y zapotes en flor.
Con asombro, descubro una laguna;
suspendida en mis ojos,
o en ella misma, se forma
una larga lágrima de siete azules.
El sol baila sobre la ceiba.
*La nariz
Ese necesario apéndice
o da distinción o risa,
de ti lo más prominente
al salir por una esquina.
Sirve para sostener los lentes,
para que salga la gripe
¡hasta para colgar un “piercing”!
cada vez que tu respiras
a todos nos falta aire.
Por la noche, al dormir,
tus cornetes atrofiados
semejan locomotoras
o leones muy enojados.
Ya construí en el patio
un cuarto muy bien aislado
así el resto de la gente
podrá descansar un rato.
* Te deseo, muerte
No el amor, la muerte
es quien nos dicta la vida.
Si te digo mi vida
debo decir mi muerte
porque al nacer,
te instalas ya en mi.
He tenido- lo confieso- temor de ti
hasta llegar el tiempo del desearte;
¡Llévame ya muerte!
Que ni el amor mitiga
el látigo en la carne,
el fuego en mis huesos,
el deseo de ti en mis ojos.
Fila de hormigas
rumbo a la montaña
salvan sus nidos.
Tulipán rojo
regalo campesino
paz a mis ojos.
Cae la lluvia
lava techo desolado
revive el arroyo.
Pájaro azul
tributas el ocaso
adiós al día.
Es el rocío
el amante nocturno
de noche fresca.
Salta el delfín
anhela su libertad
caricia madre.
resplandores de color
el río lleva.
Llanto de niño
lamento de la madre
cirios ardiendo
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